La crónica de la salida del Domingo 30-3-14 para darle un descansito a compañero Arturo la voy a hacer yo (Josema).
Como mandan los cánones quedamos para
salir el domingo los miembros supervivientes a las lesiones y los que no fuimos
a la Capitana. Tras reunirnos en el lugar y hora de siempre, y aunque hubo
cambio horario no se durmió nadie, a esta convocatoria acudieron Manuel
Leandro, Felipe, Jesus y un servidor.
Decidimos hacer la Vereda de Morón que creímos
mas acertado por los rigores de la climatología del día anterior. Lo que no nos
figurábamos ninguno es que íbamos a hacer un recorrido por las Highlands.
Bajamos por la carretera de la vega de
Mairena, girando a la izquierda para enfilar la Vía Verde de los Alcores, buscando
el pueblo vecino de El Viso. VAYA NIEEEEEEBLA!, no se veía una polla, perdón
por mi vocabulario, bueno, que no se veía un carajo. Cuando llegamos al
matadero de El Viso cogimos por la carretera de la vega de dicha localidad
buscando la carretera que va hasta Carmona rodando a un ritmo tranquilo pero
constante porque vaya si hacía frio (claro, íbamos por Escocia) pero seguíamos
sin ver claro debido a la niebla. Al llegar con el cruce de dicha carretera
giramos a la derecha buscando ya la entrada de las Highlands, que diga la
vereda de Morón. Al llegar a ese cruce con la vereda paramos para que para
variar Jesús aliviara su vejiga ya que aún no había orinado y ya estábamos
preocupaos. En ese descansito aproveche para sacar unas fotos ya que ahí se veía
algo.
Jesús soltando lastre.
Tremenda la niebla reinante.
Jesús, Manuel Leandro y Felipe.
En este punto llegó un hombre en
bicicleta que conocía al amigo Leandro que tras platicar un rato con nosotros
nos dijo que el día ya estaba abriendo (Julio Marvizón). Emprendimos la marcha
por la vereda confiados en el pronostico meteorológico de Julio Marvizón a un
ritmo endiablado que a un servidor casi le cuesta un disgusto, ya que como el día
no abrió, no se veía nada y me comí un agujero de unas dimensiones
considerables, soltando una mano del manillar y el pie contrario de la cala llevándome
fuera del camino por las roderas del agua, derechito a una valla de alambre.
Por suerte y acordándome de los consejos de Angel Nieto pude zafarme de un
batacazo que sería portada de varios periódicos.
Al volver mis partes pudendas a su
ubicación original, que no eran donde va el nudo de la corbata, puse un ritmo
infernal para dar caza a mis compañeros, que siguiendo técnicas italianas
apretaron el paso para dejarme atrás cuando sufrí dicho percance. Tras dar caza
a la pandilla fuimos rodando a ese ritmo hasta el final de la vereda, que con
la niebla no veíamos por donde íbamos, se nos hizo corta. Allí hicimos una
nueva parada para comer algo.
Una vez repuestos, emprendimos de nuevo
la marcha por el camino buscando el cruce con el camino que lleva al tubo. Tras
coger dicho camino a un ritmo bastante alegre cruzando el tubo y cogiendo la
cuesta que llega al cortijo de Gandul. Una vez allí, sin pensárnoslo dos veces
subimos por la trialera de Leandro que se ha convertido en un clásico, y que un
servidor no pasa por allí sin subirla porque es un crimen. Ole por Leandro que
la subió sin incidentes consiguiendo sortear el escalón final, seguido por
Felipe y por mí. Jesus se bajó para subir dicho escalón alegando una suerte de
escusas que sonaban a “caquita”. Una vez ya arriba seguimos por el camino que
rodea el cortijo fuimos atacados por un perrito que salió de allí, suerte que
los mastines estaban atados con gruesas cadenas, que si no, hubiéramos batido
el record de la hora.
Tras llegar a la Vía Verde, la seguimos
hasta la cuesta de la residencia de ancianos, subiendo por esta, poniendo rumbo
ya a la parada en el bar del Francis. Cuando llegamos al bar aún no había
abierto. Me estoy empezando a preocupar por lo del bar, no ya por que esperamos
a que abriera, si no porque llegamos antes que Pepe Cubata. Bueno aquí pongo
punto y final a la crónica esperando que os haya gustado y hasta la próxima.
Como siempre, pronto más!
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